sábado, 21 de mayo de 2011

La muerte del cisne. Fernando Lalana



Es una novela que trata sobre el sueño de dos amigas que es triunfar en el mundo del ballet, un mundo realmente duro.

Todo empieza cuando Elisa y Carlota, dos amigas deciden apuntarse a un concurso en Zaragoza cuyo premio sería una beca de un año en la escuela de Mario Segovia, un excelente bailarín.

Cuando conoce a César un joven cámara, que decide ayudarla a preparar el repertorio para las selecciones previas ésta se siente atraída por el, pero ella no sabe que esconde un secreto. Pero lo que verdaderamente ellas no saben es que esto causará la muerte por parte de una de las amigas.


Personalmente recomiendo este libro, me gustó mucho porque te engancha desde el primer momento, no es nada pesado y se lee muy rápido.

En el libro, vemos el esfuerzo que conlleva hacer lo que realmente gusta a una persona, aunque a veces, esas exigencias sean inhumanas.

Camila C. 3º B

Gracias, Camila, por esta buena reseña.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Déjame que te cuente de Jorge Bucay



Jorge, el psicoanalista trata con Demián que es un chico que va a la consulta de Jorge para saber más de si mismo. Demián le cuenta los comportamientos que tiene con su novia y con la gente que le rodea y Jorge para hacerle entender las cosas, para que intente reflexionar después, le cuenta cuentos que son bastante curiosos y entretenidos. Unos días Demián lleva la rabia que tiene hacia las cosas y otras, se siente confortable con la vida que tiene ya que Jorge le ayuda a mejorarla.
Uno tras otro de los relatos "El Gordo" intenta trasmitirle a Demián la enseñanza de cada historia y le explica que no todo es como a el le gustaría, que hay veces que tienes que ceder para conseguir otras cosas. Y aquí te dejo un cuento que me gusto mucho:

"En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas casi desde siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto. Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos durante el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix. Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, marcan las siete, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del universo. Si alguien mirar el reloj solamente en esos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes acallan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que alguna vez detuvo su andar. Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, mas lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él. También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También, yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía. Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora. Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable. La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo para durar para siempre. Pero no fue así. Como a mi amigo el reloj, también a mí se me escapa el tiempo de los demás.
... Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida. Pero sé que la vida es otra cosa. Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía con el universo. Casi todo el mundo, pobre, cree que vive. Sólo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianeidad. Por eso te amo, viejo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo."


Ester M. O. 4ºA